sábado, 16 de noviembre de 2013

RETROSPECTIVA DE  MI INFANCIA
Yo nací desde antes de nacer,
un 16 de noviembre de 1953.
En el grito de los niños sin pan y sin abrigo.
Yo nací después de haber nacido,
con los ojos matutinos y el color de la sombra.
El sabor de la tierra mojada me dio su aliento.
El llanto a los muertos, su nostalgia sublime.
El renacuajo se miro en mi perfil imberbe.
Acaricio mi regazo la estación de primavera.
Una partera misteriosa violo mi sueño,
de maciza madeja purpurea.

Un enjambre de mariposas celestiales,
me lleno de trinos silenciosos.
Un coro de aves verticales,
me despertaron con salves húmedas y salobres.
Con sus picos plásticos de núbiles alegrías,
me empaparon de libidos sones transparentes.

Yo nací a mitad de un siglo de horrores,
en  un presídium, en tres cuarto de isla prisionera.
En un paraje verde y cimarrón,
lleno de cuajadas esperanzas y amarguras,
llamado San Miguel de Manoguayabo.

Era un largo y curvo camino sigiloso,
estrecho, calichoso, accidentado y triste.
Con las almas anquilosadas en sus raíces.
A la entrada una rigola ébria de tilapias,
lilas y flor de lotos.
Luego una mina de caliche presagiando el desierto,
como si les sacaran oro a la tierra,
 estaba llena de incurables cicatrices.
A cien metros un bohío en una curva empinada del camino.
Prieto Guante, como un vigía, saludando
 las llegadas de los transeúntes.
Pequeños charcos lampadarios bañaban el paisaje
hasta perderse en la soledad de la sombra.
Mi madre tenía fresca la edad cuando me encubo.
En gestación yo alzaba los brazos como follaje.
Heredero soy de una mezcla racial indescriptible.
Mi madre con sus labios de girasoles y panderos,
me bordaba de cálidos besos.
 Cuando las ubres se agotaron,
mi madre salió en busca de pan y abrigo.
Mi abuela me cobijó en su gigante pecho de mimbre;
Y a fuerza de tisanas, y sofritos me le arrebato
a la muerte primera.
Yo era dueño de todos los azules del cielo,
de los verdores que goteaban de las palmeras.
De los cerdos y los corrales;
de la enramada y la gallera.
de los postreros y los conucos…
yo era dueño de todo.

Un día desperté encuestándolo todo.
Preguntando el porqué de las cosas.
Y comprendí lleno de furias vaporosas,
que todo ese prado bañado de verde lumbre,
era un receptáculo de almas prisioneras.


TIRSO MEDRANO

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