RETROSPECTIVA DE MI INFANCIA
Yo
nací desde antes de nacer,
un
16 de noviembre de 1953.
En
el grito de los niños sin pan y sin abrigo.
Yo
nací después de haber nacido,
con
los ojos matutinos y el color de la sombra.
El
sabor de la tierra mojada me dio su aliento.
El
llanto a los muertos, su nostalgia sublime.
El
renacuajo se miro en mi perfil imberbe.
Acaricio
mi regazo la estación de primavera.
Una
partera misteriosa violo mi sueño,
de
maciza madeja purpurea.
Un
enjambre de mariposas celestiales,
me
lleno de trinos silenciosos.
Un
coro de aves verticales,
me
despertaron con salves húmedas y salobres.
Con
sus picos plásticos de núbiles alegrías,
me
empaparon de libidos sones transparentes.
Yo
nací a mitad de un siglo de horrores,
en un presídium, en tres cuarto de isla
prisionera.
En
un paraje verde y cimarrón,
lleno
de cuajadas esperanzas y amarguras,
llamado
San Miguel de Manoguayabo.
Era
un largo y curvo camino sigiloso,
estrecho,
calichoso, accidentado y triste.
Con
las almas anquilosadas en sus raíces.
A la
entrada una rigola ébria de tilapias,
lilas
y flor de lotos.
Luego
una mina de caliche presagiando el desierto,
como
si les sacaran oro a la tierra,
estaba llena de incurables cicatrices.
A
cien metros un bohío en una curva empinada del camino.
Prieto
Guante, como un vigía, saludando
las llegadas de los transeúntes.
Pequeños
charcos lampadarios bañaban el paisaje
hasta
perderse en la soledad de la sombra.
Mi
madre tenía fresca la edad cuando me encubo.
En
gestación yo alzaba los brazos como follaje.
Heredero
soy de una mezcla racial indescriptible.
Mi
madre con sus labios de girasoles y panderos,
me
bordaba de cálidos besos.
Cuando las ubres se agotaron,
mi
madre salió en busca de pan y abrigo.
Mi
abuela me cobijó en su gigante pecho de mimbre;
Y a
fuerza de tisanas, y sofritos me le arrebato
a la
muerte primera.
Yo
era dueño de todos los azules del cielo,
de
los verdores que goteaban de las palmeras.
De
los cerdos y los corrales;
de
la enramada y la gallera.
de
los postreros y los conucos…
yo
era dueño de todo.
Un
día desperté encuestándolo todo.
Preguntando
el porqué de las cosas.
Y comprendí
lleno de furias vaporosas,
que
todo ese prado bañado de verde lumbre,
era
un receptáculo de almas prisioneras.
TIRSO MEDRANO
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