"LOS GRANDES POETAS NO
NECESITAN UN LECTOR INDULGENTE: AGRADAN A CUALQUIERA POR DIFÍCIL QUE SEA DE
COMPLACER." OVIDIO.
Por: RAMÓN
LORENZO PERELLÓ
Caminando bajo la lluvia y pisando con pies de niño
cada gota que caía debajo de mis extremidades inferiores enlodadas….Érase uno
de esos días en que el cielo se encapota de envidia para no dejar ver los rayos
de un sol que provoca su salida para transportarnos con su iluminación a un
mundo de esperanza y de sueños; a muy temprana edad tuve la hermosa dicha de conocer
en el hogar de mis padres a un señor de tez blanca y ojos azulosos como de
cielo que vino a visitarnos y que se hacía llamar locutor de oficio siendo
verdaderamente un aeda que desencadena excelsitudes en un mundo que conoce poco
de poesía y de literatura.
Un mundo donde ni siquiera se preocupan de leer “El
huésped de los pájaros” de Manuel Del Cabral, ni nunca han tenido inquietudes
por la “Equivocación de los Ángeles” de don Héctor Inchaustigui Cabral; mucho
menos se les puede pedir en ese estado brumoso en el que se camina como ciego,
que se acaricie la “Elegía de la madre que se va”, de Víctor Bidó ni a “A mon
cóndor” de Manuel García-Cartagena. Entonces, uno no puede suspirar por algo
que siempre estuvo ausente y no hubo arrebato para romper el vértigo que da el
vacío cuando la educación yace inerme en el fondo de la oquedad.
Aun bajo esta circunstancia, que no está determinada
por lo abstracto de un destino que ni crea ni da vida a la existencia humana
porque tan solo es una imposición de una psicología imprecisa y que tampoco
está en aquella obrasobre el “Origen de la vida” del biólogo soviético
Alexander Oprin, que plantea que el origen repentino de los animales y de las
plantas, como seres organizados, descansa en la ignorancia y en una interpretación
simplista de la observación y de la naturaleza que nos rodea.
Entonces, frente a esa ausencia de educación cómo se
le podría pedir al iletrado que de pronto se vuelva versado leyendo poemas como
la Iliada y Odisea de Homero, en cuya composición pretende el poeta griego
simbolizar con efectividad literaria la epopeya helénica ni siquiera intentar a
que tenga noción de aquellas obras poéticas de Hesiodo, “Los trabajos y los
días y Teogonía. Esas visitas que hacia Ramón Lorenzo en aquel tiempo a mi casa
solariega lo hacia acompañado de viejos amigos suyos quienes recibían del hogar
de mis progenitores las atenciones, el cariño y el afecto de que eran
merecedores. Recuerdo que mi madre nunca olvidó en cada visita el dulce que le
encantaba saborear a Ramón Lorenzo.
Uno de esos caros amigos de Ramón Lorenzo en aquel
entonces llegó a ser secretario de la gobernación de Santiago y padrino de mi
hermano Luís Escotto que vive en Miami , Florida; el hermano de éste se llamó
Fausto Sánchez, un gran cantante de bolero y un guitarrista fenomenal que murió
después de haber vivido exiliado en Nueva York como resultado de un incidente
en el Tarro bar de Villa Tapia, por haberle dado una bofetada a un calié de
Trujillo; yo llegué a compartir mucho con Fausto en Corona, Queens de aquella
urbe. Ramón Lorenzo siempre fue una persona que mostró una afición y una
sensibilidad extraordinaria por las letras en la que la poesía significó y aún
evidencia su frenesí.
Llegué a leer en los periódicos nacionales la puesta
en circulación de su poemario “Romancero de la mujer dominicana”, en el que el
autor hace una exaltación pasional de las mujeres que hicieron brillar las
páginas más gloriosas de nuestra historia artística, como son: Maria Cristina
Camilo, Maria Montes, Monina Sola, Consuelo Despradel, Casandra Damirón y
Cecilia García, entre otras figuras femeninas. En este poemario imagino que
nuestro Ramón Lorenzo Perelló estuvo cabalgando como un loco con tino sobre el
lomo de la apología; “Oda a la mujer”, de Víctor Bidó.
Este poeta ilustre de Santiago de los Caballeros,
cuya pluma dignifica y glorifica la lírica contemporánea, debe de subir en
algún momento al parnaso de los dioses de la poesía y de la literatura de
Santiago donde han ascendido con justiciera razón aedas como Dionisio López
Cabral, el poeta de la síntesis, Joaquín Balaguer, Manuel del Cabral, entre
otros. A todos nos gusta la poesía, sobre todo cuando llevamos la lírica
adentro y no lo sabemos por qué esa sensibilidad la dejó Dios como esencia
ignota del ser. El inmenso Octavio Paz expresó con la innegable hermosura de un
dios de la poesía mexicana y latinoamericana que “Cada poema es único. En
cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo
en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro”.
Ese caminar sincrónico en el que se combina al
unísono los pasos rápidos con las pisadas lentas, es propio de las personas
como Ramón Lorenzo Perelló que revela al hombre utópico, al hombre con
horizontes que describe Eduardo Galeano:”La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos, y el horizonte se corre diez pasos
más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
Hay que saber que cuando se camina despacio se conocen tantas cosas hermosas.
Ramón Lorenzo además de brillante poeta es un declamador genial de versos,
quizás tan excelente en ese género como lo fueron mi amigo don Carlos Lebrón
Saviñón, Tirso Medrano o Juan Llibre.
Este escrito tiene la triple intención, primero, conmemorar
la nobleza del poeta y dramaturgo santiagués Ramón Lorenzo Perelló, segundo,
festejar con júbilo su grandeza de locutor y declamador y, tercero, evocar su
martirio como apóstol de la libertad a favor de la humanidad. Finalmente, les
ruego a las jóvenes generaciones de dominicanos que piensen en aquel sacrifico
de Ramón Lorenzo en el “Complot develado” el cual personifica, y lo es, un
parangón ineludible de las palabras de Cervantes a Sancho: “La libertad,
Sancho, es uno de los mas preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;
con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por
la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
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