SALOMÉ UREÑA DE HENRÍQUEZ
Por: Silveria R. de Rodríguez
Demorizi
Trabajo publicado en el Boletín de la Unión Panamericana, en abril 1942,
resumido y modificado parcialmente en su forma para esta presentación.
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En 1881 comienza a sufrir nuevamente por las
desgracias de su patria. Recientes perturbaciones políticas hacen que sus
esperanzas patrióticas tengan grandes decepciones. El fracaso moral del
gobierno de Meriño, le ocasionó profundo desconsuelo. Sus cantos patrióticos
sufren una crisis. La poetisa escribe Sombras, y desde entonces en
muy raras ocasiones escribe versos. Pero Sombras no es un vano
alarde poético; es un adolorido grito de patriótica angustia. La decepción
política es estímulo para la creación de un plantel educativo que contribuya a
cambiar la sombría faz del País: el Instituto de Señoritas.
Es curioso y sorprendente el caso de que una poetisa
del astro de Salomé Ureña pudiera abandonar su lira por tan largo tiempo. Este
silencio puede interpretarse como una protesta de su patriotismo. Esa tácita
renuncia a los triunfos poéticos, engrandece aún más a esta mujer de fuerte
espíritu, "apasionada de la patria", que prefirió sacrificar los
laureles de la poesía antes que volver a inspirarse en las crecientes
desventuras de su patria.
Ya lo dijo en versos dedicados a Billini:
Que si mi pobre lira
calla ante el vicio y la maldad del hombre,
siempre lo grande admira...
calla ante el vicio y la maldad del hombre,
siempre lo grande admira...
Ella esperaba, para tomar el "arpa
abandonada",
Despertar a la fe y a la confianza
y tras la noche de dolor, sombría,
cantar la luz y saludar el día.
y tras la noche de dolor, sombría,
cantar la luz y saludar el día.
SALOMÉ EN EL HOGAR
Desde el año 1860 hasta 1880, Salomé Ureña fue a
vivir, siempre con su madre y con su hermana Ramona, y además con Teresa de
León y de la Concha y Ana Díaz León, a la casa No. 56 de la calle 19 de
Marzo. Su educación doméstica la recibió de su madre y de su tía Ana
(Nana), "la segunda madre en el hogar".
La madre de Salomé era católica practicante, pero no
fanática. Ramona y Salomé se formaron en una atmósfera de fe cristiana, y
asistía a la iglesia con su madre todas las mañanas, durante su primera
juventud. Luego las obligaciones del hogar no les permitieron ir a misa sino
los domingos. El ex-Convento Dominico era la iglesia que acostumbraba visitar.
Allí vio a Salomé, por primera vez, Francisco Henríquez y Carvajal, quien atraído
por la fama de la poetisa, acompañado de un amigo se dirigió al ex-Convento en
interés de conocerla. El amigo le señaló a las dos hermanas, pero no supo
decirle cuál de ellas era la excelsa poetisa.
Desde la infancia, Salomé fue muy emotiva. Sufría por
todo. Se le veía llorar sin motivo aparente. Esta disposición del ánimo perduró
en ella toda la vida. Era noble de sentimientos y "su modestia fue tan
grande como su mérito". Fue mujer de su casa. Soltera, pocas veces
traspasaba los linderos de su hogar. No salió nunca del país, como ella misma
lo dice:
Así, aunque de otras playas jamás me vi en
la arena
ni de otros horizontes las líneas contemplé...
ni de otros horizontes las líneas contemplé...
Sin embargo, a su hogar acudían altas mentalidades
nacionales y extranjeras que rendían tributo de admiración a la ya esclarecida
poetisa quisqueyana. El distinguido poeta venezolano Juan A. Pérez Bonalde,
autor de la sentida poesía La vuelta al hogar, de paso por nuestra
Ciudad Primada fue a rendir su homenaje de simpatía y de admiración a Salomé;
departieron amigablemente y él le recitó lleno de emoción, húmedos los ojos por
las lágrimas, la poesía en la cual describe, con intenso dolor, su triste
llegada al hogar, cuando llamado por su madre enferma la encontró sin vida.
Años más tarde, Salomé Ureña leía conmovida esa poesía
a sus discípulas amadas y les decía: "Quisiera que la hubierais oído
recitada por sus labios..."
Era afectuosa, con todos sus familiares, sentía gran
entusiasmo por su padre, a quien quería entrañablemente; entusiasmo que ni la
muerte disminuyó:
Hoy, al entrar en tu mansión
doliente,
donde reina silencio sepulcral,
nadie a posar vendrá sobre mi frente
el beso del cariño paternal.
donde reina silencio sepulcral,
nadie a posar vendrá sobre mi frente
el beso del cariño paternal.
Ninguna voz halagará mi acento,
ni un eco grato halagará mi oído:
sólo memorias de tenaz tormento
tendré a la vista de tu hogar querido.
ni un eco grato halagará mi oído:
sólo memorias de tenaz tormento
tendré a la vista de tu hogar querido.
A pesar de que su hogar fue enturbiado con la
separación de sus padres, cuando ella apenas tenía dos años de nacida, en su
corazón éstos estuvieron siempre unidos. Ella vivió junto a su madre, pero
diariamente visitaba la casa de su padre, a cuya muerte escribió una
composición titulada A mi padre, en la que se muestra tal como era,
y en que deja ver la profunda admiración y la ternura de su cariño por su
progenitor.
En 1880 contrajo matrimonio con Francisco Henríquez y
Carvajal, que andando el tiempo sería Presidente de la República. El 3 de
diciembre de 1882, como para bendecir su hogar-escuela, y para que Salomé
pudiera ostentar la sublime trinidad de poetisa, educadora y madre, nació el
anhelado primogénito (Francisco):
Los cielos se inclinaron
y descendió al hogar, entre armonías,
el ángel que mis sueños suspiraron
nuncio de bendiciones y alegrías...
y descendió al hogar, entre armonías,
el ángel que mis sueños suspiraron
nuncio de bendiciones y alegrías...
Salomé no descuidó sus deberes de madre por los del
magisterio. Sus discípulas recuerdan que la cuna del primogénito siempre estuvo
cerca de la madre:
Allí duerme feliz, y no distante
yo de un libro las páginas hojeo;
levanto la cabeza a cada instante,
le contemplo dormir y al fin no leo.
yo de un libro las páginas hojeo;
levanto la cabeza a cada instante,
le contemplo dormir y al fin no leo.
La inscripción del Instituto era cada día más numerosa
y resultaba estrecho aquel local. Familia y escuela se instalaron entonces en
la calle de la Esperanza, hoy Luperón, esquina Duarte. Allí
nacieron sus hijos Pedro y Maximiliano.
En 1884 nace Pedro Nicolás, su segundo hijo. A los
cinco meses de nacido le sobreviene mortal enfermedad. Una de las discípulas
predilectas de Salomé, Mercedes Laura Aguiar, recuerda la terrible y
conmovedora escena: el niño en brazos de Monseñor Meriño para recibir las aguas
del bautismo; su madre de rodillas en el suelo rogando a Dios que le salvara su
hijo; los demás, todos en silencio. Llega el Dr. Juan Francisco Alfonseca y
tomando al niño en sus brazos dice: "Monseñor, unos minutos a la ciencia".
Después de algunas horas de terrible ansiedad, la fiebre cede y el niño se
salva milagrosamente.
En Horas de Angustia la madre pinta
maravillosamente este cuadro:
Sin brillo la mirada,
bañado el rostro en palidez de muerte,
casi extinta la vida, casi inerte
te miró con pavor el alma mía
cuando a otros brazos entregué, aterrada,
tu cuerpo que la fiebre consumía...
bañado el rostro en palidez de muerte,
casi extinta la vida, casi inerte
te miró con pavor el alma mía
cuando a otros brazos entregué, aterrada,
tu cuerpo que la fiebre consumía...
En 1887 escribe su poesía ¿Qué es Patria?,
inspirada en una pregunta que le hiciera su hijo Pedro, quien sólo contaba tres
años: Mamá, ¿qué es Patria? Y ella responde:
¿Qué es Patria? ¿Sabes acaso
lo que preguntas, mi amor?
Todo un mundo se despierta
en mi espíritu a esta voz...
lo que preguntas, mi amor?
Todo un mundo se despierta
en mi espíritu a esta voz...
La poetisa se complacía en leerles a sus discípulas
las composiciones que escribía. Una mañana las reunió y llena de emoción, con
voz ahogada por el llanto, les leyó Tristezas, poesía escrita la
noche anterior, inspirada en las palabras del dulce primogénito,
cuando ya en la cama después de terminar sus oraciones, recordando al padre
ausente exclamó:
¿Tú no te acuerdas, mamá?
¡El sol qué bonito era
cuando estaba aquí papá!
¡El sol qué bonito era
cuando estaba aquí papá!
Cuatro años duró la ausencia del esposo, que había ido
a Francia a perfeccionar sus estudios de Medicina. Cuatro años de angustias
para la madre educadora. Aquella mujer de ánimo fuerte y de voluntad superior,
vaciló abatida por la ausencia del esposo ante la terrible idea de perder a uno
de sus hijos. Ese estado de espíritu, le inspiró su poesía Angustias.
La horrorosa enfermad del crup [difteria,
gatorrilo, del inglés 'croup'] se desarrolló en esta ciudad. El suero
salvador no había sido descubierto y era casi seguro que el niño que fuera
atacado por la epidemia mortal, sucumbiría.
Desgraciadamente, su hijo Pedro contrajo la terrible
enfermedad. Otro milagro fue realizado al ser salvado de ella, por el Dr.
Alfonseca, quien años antes lo había librado de la muerte. Dos veces estuvo su
hijo Pedro al borde de la tumba. En esta ocasión no fueron pocas las angustias
de la madre ante el niño moribundo.
Salomé sentía vivo placer en la educación de sus
hijos. A todos les enseñó a querer a su patria. Ese amor creció con la
maternidad y los infundió en el espíritu de sus hijos.
El 9 de abril de 1894 nació Camila, su única hija.
Mientras tanto, ella luchaba con la muerte, atacada de fuerte neumonía. Rebasó
la gravedad, pero su salud quedó minada para siempre. Aparente restablecida de
esa enfermedad, escribió su poesía Umbra-Resurrexit:
Umbra
La mirada sin luz, la mente ansiosa,
corto el aliento al pecho,
en ruda agitación se va la vida...
Allá perderse en la penumbra vaga
miro las prendas del hogar benditas,
mis hijos, en su cándido abandono,
ajenos al amago
de la suerte sobre ellos suspendida,
y tú, de pie, bajo el dolor inmenso,
nublada por el llanto la pupila.
La mirada sin luz, la mente ansiosa,
corto el aliento al pecho,
en ruda agitación se va la vida...
Allá perderse en la penumbra vaga
miro las prendas del hogar benditas,
mis hijos, en su cándido abandono,
ajenos al amago
de la suerte sobre ellos suspendida,
y tú, de pie, bajo el dolor inmenso,
nublada por el llanto la pupila.
Resurexit
Brota la luz en deslumbrantes ondas,
el aire al pecho fluye,
el espíritu absorto se reanima,
y cunde y se dilata en las arterias
el ritmo palpitante de la vida
Y bajo el ala cándida que extiende
sobre el hogar en gozo
ángel nuevo de paz que el cielo brinda,
surgiendo victorioso de las sombras
el cuadro de mi amor esplende al día.
Brota la luz en deslumbrantes ondas,
el aire al pecho fluye,
el espíritu absorto se reanima,
y cunde y se dilata en las arterias
el ritmo palpitante de la vida
Y bajo el ala cándida que extiende
sobre el hogar en gozo
ángel nuevo de paz que el cielo brinda,
surgiendo victorioso de las sombras
el cuadro de mi amor esplende al día.
Durante su quebranto, el esposo la hizo abandonar la
ciudad natal, hacia Puerto Plata. Al pasar frente a San Pedro de Macorís, el
poeta y crítico Rafael A. Deligne la saludó con sus versos Alondra que viaja,
que comenzaban así:
No vi su marcha, ni cruzó mi puerta;
mas es su vuelo tal, que el alma mía
se estremeció, despierta a la armonía,
de tanta gloria al esplendor despierta.
mas es su vuelo tal, que el alma mía
se estremeció, despierta a la armonía,
de tanta gloria al esplendor despierta.
Que el genio, aunque se oculte, y viaje
solo,
astro inmortal, o puro ser divino,
deja de luz un rastro, peregrino,
más que la aurora con que irradia el polo!...
astro inmortal, o puro ser divino,
deja de luz un rastro, peregrino,
más que la aurora con que irradia el polo!...
Puerto Plata fue para ella delicioso oasis. Al llegar,
Antera Mota de Reyes la saludó con una extensa y bella página en prosa, Bienvenida.
Rodeada de cariños y atenciones y colmada de homenajes de admiración, pasó allí
una feliz temporada que alivió su espíritu, pero no detuvo en su carrera la
mortal enfermedad. Allí terminó su poesía Mi Pedro, que tenía
inconclusa desde 1890.
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