miércoles, 28 de mayo de 2014



BIOGRAFIA DE LUIS CARBONELL
Gran declamador de la poesía negra, mulata o afrocubana: Luís Mariano Carbonell nace el 26 de julio de 1923 en la Ciudad de Santiago de Cuba y falleció el 25 de mayo de 2014, en la ciudad de La Habana. Después de seis hijas, sus padres, Luis y Amelia, querían un varón y lo consiguieron. Su madre, una reconocida maestra, escribía y enseñaba poesía a sus hermanas mayores. De ella Luis comentó: "Fue, sin dudas la persona que más marcó mi vida y mi carrera, aun cuando al principio no le gustaba la idea de que me dedicara la escena. Luego se acostumbró y hasta llegó a sentirse orgullosa de mis éxitos”. Aunque recitaba poesías su primera vocación fue la música. Estudió violín, pero lo que más le atraía era el piano que nunca abandonó y con el cual acompaño a cantantes toda su vida. Solía declamar en fiestas familiares, hasta que a principios de los 40, es invitado a participar en una emisora radial local en un programa de aficionados llegando a ser, más tarde, director artístico de ese espacio acompañando en el piano a diferentes artistas que pasaban por la radio local. También trabajó como profesor de inglés, pero su tiempo y su pasión se los dedicaba a la radio. Alrededor de 1945 sale rumbo a Nueva York por necesidades económicas y en busca de nuevos horizontes artísticos. Trabajó como inmigrante en una joyería. Un año más tarde, en esa ciudad se produce su reencuentro con la artista cubana Esther Borja, que había conocido en Santiago, y a través de ella conoce al afamado pianista Ernesto Lecuona, quien lo presentó en la cadena NBC. Allí realizó varias presentaciones en un programa de poesía que organizó la NBC para emular el éxito de la CBS con "El Show de Eusebia Cosme". La negra Eusebia, también santiaguera, era pianista, actriz, narradora, locutora, y la única declamadora de poesía afroantillana con fama internacional hasta aquel día; fue en realidad  la negra Eusebia la creadora del género. Eusebia asistió al programa de la NBC con Carbonell pero resolvió luego concentrarse en su matrimonio y dejó la recitación. Diosa Costello, la artista más popular en Puerto Rico en esa época lo llevó a presentarse en el Teatro Hispano, un casino en la 116th Calle de la %a. Avenida, donde Luis Mariano descargó con enorme éxito su expresiva poesía afroantillana, lo cual le abrió las puertas del prestigioso Carnegie Hall, llegando a ofrecer un recital. Regresa a La Habana, procedente de Nueva York, como un desconocido y otra vez fue Esther Borja quien le tiende la mano y lo presenta en un homenaje al cantante René Cabel, el tenor de las Antillas en el Auditórium de La Habana. Esther habló con el presentador del espectáculo, pero este lo ignoró, hasta que Esther Borja subió al escenario y lo presionó. Fue a la una de la mañana, tras cuatro horas de show, que
 por fin se anunció a Carbonell. El mulato subió y recitó “Rumba de la negra Pancha” de José Antonio
Portuondo y los aplausos echaron abajo el teatro. Allí estaba Pepe Biondi, integrante de un dúo cómico Argentino muy famoso quien le dice: "Lo que usted hace no es recitar, es mucho más, cuando usted se expresa es como si dibujara con una acuarela”. De ahí surge el apodo de”.

El acuarelista de la poesía antillana". El poeta Nicolás Guillén, fue muy reacio a que Carbonell recitara su poesía hasta que oyó su interpretación de la "Elegía a Jesús Menéndez", que le había tomado casi 3 años de estudio. Esto sucede alrededor de 1957, cuando estudia declamación e incluso da clases de declamación a varios jóvenes, locuaz siguió haciendo toda la vida. Es en ese momento en que empieza a dramatizar cuentos y adquiere la preparación dramática para asumir todo tipo de literatura. Introduce la percusión como elemento acompañante en una presentación en el actual Teatro Carlos Marx(antiguo teatro Blanquita): "Cuando aprendí a implantar un modo diferente de decir la poesía tuve que sortear escollos, debido a los esquemas que existían". Poco a poco se fue consolidando como el mejor intérprete de la llamada "poesía negra", "afrocubana" o "mulata" recitando poemas de los cubanos Nicolás Guillén, el venezolano Aquiles Nazoa, Arturo Liendo, Emilio Ballagas, el brasileño Jorge de Lima, José Zacarías Tallet, Regino Pedroso, Agustín Acosta, el puertorriqueño Luis Palés Matos, y el dominicano José Antonio Alix. Tenía un gran sentido del ritmo caribeño y antillano, contagioso para las multitudes y seductor para quienes disfrutaban de la magia de las palabras. Sus manos eran tremendamente expresivas. Dio giras por varios países latinoamericanos y en estos escenarios del mundo impuso sus negros
 bembones, sus mulatas rumberas, sus chéveres del litoral habanero…
 En la radio, Luis Carbonell puso de moda la Estampa que es una especie de monólogo costumbrista, donde el artista personifica a varios personajes modulando hasta 4 voces diferentes de cada sexo. Fue un invento de Félix B. Caignet, el padre de la radionovela y telenovela latinoamericanas y el que le escribió a Carbonell las primeras estampas: Coctel de son, Soy bongosero y Me voy de flirt. Otros autores le escribieron estampas pero fue el humorista Álvaro de Villa quien le hizo una estampa que causó verdadero furor: Mi Habana. Luego Jorge González Allué, le daría la estampa más emblemática: Los 15de Florita. De Puerto Rico llegó el boricua Fortunato Vizcarrondo con la estampa: Y tu abuela ¿a'ondeetá? La Orden Félix Varela, la distinción por la Cultura Nacional y la Medalla Raúl Gómez García, son entre otros, reconocimientos a su fructífera vida de consagración al arte. Logró romper la triste fama de la declamación como arte de señoritas de voz trémula y balbuceante, producto de las imitadoras de la argentina Berta Singerman. En 1985, hizo tres discos con la firma Cubaney y la EGREM y el CD "La mulata, ñáñigo al cielo y otros poemas", que se comercializó en República Dominicana, donde Carbonell cultivó un público que todavía lo admira. En total fueron como 20 grabaciones que realizara Carbonell en su larga vida artística pero muy pocas se consiguen en la actualidad. Hemos digitalizado y puesto en el catálogo algunos de los poemas que hemos conseguido, sin embargo todavía nos falta recoger muchos poemas declamados por él.
Las estrellas se funden en las luces de New York.
El Parque Central reverbera en los árboles milenarios de verdes y ocres, en floraciones disolventes; Columbus Circle se despierta a la sinfonía nocturna de los ecos de la ciudad. Estamos en el piso cincuenta. Un amplio apartamento con olor a rosa y gardenia. Se oyen voces. De la mano de Esther Borja, un joven mulato, alto, delgado y refinado, irrumpe en el mundo de las tertulias de Natalia Aróstegui, mecenas de las artes y declamadora de poetas universales. Está Lecuona al piano, y al entrar Esther Borjala atmósfera se apuntala en un ritmo de incalculable valor artístico: es la Damisela encantadora. La Aróstegui, anfitriona mayor, derrama su gracia de mujer alta, rubia, de intensos y profundos ojos azules, con el porte de una valkiria wagneriana. A la velada asisten Alberto Gandero, Lolo Larea de Sarrá y otrosque gozan en este espacio donde Natalia, con sus trenzas enrolladas alrededor de la cabeza, declama. Toda personalidad tiene un pasado y la simiente hay que buscarla allí: Santiago de Cuba. Corrían los años30 y un niño escuchaba a su hermana Silvia recitar en actividades organizadas por la Doctora Camila Hernández Ureña. No pocas veces acompañó a su hermana por esas calles adoquinadas camino al Conservatorio de Música, para sus clases de piano. Él mismo, en contra de la voluntad de su madre, trata de estudiarlo; pero ella, de carácter fuerte, lo tenía destinado para la abogacía o la medicina. A los 15 años ya era profesor de inglés. Muy joven, quedó fuertemente impresionado al leer Órbita de la poesía afrocubana, de Ramón Guirao, y esa primera emoción lo marcó para toda su vida. Si en el primer cuarto de siglo escasea la poesía de raíces negras, no ocurre así en la década de los 30,cuando el número de cultivadores de esta modalidad es notable. Como esta poesía es ante todo música y ritmo, no son pocos los recitadores del género. Entre los más populares se encuentran Eusebia Cosme y Luis Carbonell, siendo éste último el más alto exponente de la declamación, pues sabe cómo nadie recrearnos esa atmósfera de reafirmación nacional por su cubanía y sentido de lo americano-, pero sin cargar la mano, pues su decir nunca excede el ritmo y su precisa gestualidad es, más bien, un soporte de contenida intención plástica. Con el tiempo, Carbonell ha devenido un factor cubanizante en lo raigal. En 1946, buscando ampliar su horizonte artístico espiritual, se traslada a New York, donde trabajó en una joyería; pero su vocación por el arte, la música y la poesía crecen, y se va consolidando día a día, con su asidua presencia en las actividades culturales que se celebraban en esa ciudad. A través de Esther Borja y Ernesto Lecuona, se vincula con Diosa Costello, quien lo lleva a debutar con mucho éxito en el show del Teatro Hispano. De regreso a La Habana se presenta en el Teatro Wagner, hoy cine Yara, donde desbordó su talento a los asistentes. Casi inmediatamente, hace su aparición en el programa De fiesta con
Bacardí, en la emisora radial CMQ, consagrándose a nivel nacional como “El acuarelista de la poesía antillana”.
 En su labor de profesor crea el cuarteto Los Cañas, con repertorio de autores como Bach, Shubert, Chopiny lo más selecto de todos los géneros americanos. Forma artistas de la talla de Pacho Alonso, Linda Mirabal, Facundo Rivero, Aurelio Reinoso, Los Papines y Las de Aida. En su discografía destacan más de15 discos de larga duración, tres CD y la grabación Rapsodia de Cuba, de Esther Borja, donde ésta canta a dos, tres y cuatro voces, canciones cubanas, ejemplo único y hasta ahora inigualado. Viaja por toda América y España. En noviembre de 1999 lo invitan a Miami y actúa en los programas Star Fish y Cristal de Tele Miami. Más tarde, en octubre del 2000, ofrece recitales de poesía en el Baruch College y en el City College de New York. En diciembre de ese mismo año, junto a una delegación integrada, entre otros, por Rosita Fornés, participa en el homenaje a Agustín Lara realizado en Veracruz.
La disciplina de Luis es la de quien se impone a sí mismo un “tour de force”, y por tanto su decir tiene la pulcritud en cada uno de sus elementos de un instrumento mismo. No olvidar su movimiento preciso, la atmósfera planteada con exactitud sensual, todo a manera de una orquestación de los sentidos, hasta armar la escena y desembocar de manera progresiva en un silencio, donde todavía repercute lo rigurosamente planteado con la magia de lo fascinante. No por gusto Carbonell tiene poderes de invocación en ese reino afianzado en los contornos de nuestra nacionalidad. Hay que pensar en Luis como uno de esos “grandes” a los que los dioses blancos u orishas negros han tocado con el don mágico para conferirle su gracia, su talento y su espíritu de sacrificio. Talento y gracia ayudan, pero no bastan para llegar a la cima y mantenerse allí. Carbonell lo sabe muy bien. Para ello, hace falta pagar una altísima cuota de días, meses y años de intenso estudio, de paciente y dedicada labor de aprendizaje, de muchísimo esfuerzo, de continuas renuncias, hasta juntar esos diversos materiales de iluminación del espíritu, inspiración que en él se resuelve creativamente en todas sus variantes. Don Luisha logrado lo que pocos: conquistar, palmo a palmo, ese impreciso dominio donde moran, ya libres del tiempo, los elegidos; esos que en nuestro país gozan del raro privilegio de ser irrepetible.

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