miércoles, 26 de febrero de 2014

DIOS

Dios es vida que fluye sin control como la risa del mar.
Es el universo sincrético, luminoso, unísono.
Todo lo santifica con su solemne creación.
Dios es Yavhé, Jehová, Osiris, Júpiter,
Brahama, Eloín en el corazón de lo infinito.
Es Brahma, Buda, Cristo, Krisna, Mahoma.
Es el verbo de los  ancestros.
Desde el principio es diluvio de energía vital.
Arquitecto de los invisibles mundos.
De los que atreves de los siglos se aproximan.
De los trillones de galaxias congeladas,
De los mundos paralelos.
Perceptible en la escalera vaporosa
 que une la tierra con la luna.
Dios es  arcoíris de luces en la noche,
de los sistemas planetarios caminantes.
En cada plano con sus dédalos de espumas
 creas los micros y macros sistemas interminables.
Las aleaciones de los genes,
Las disparidades de las especies,
Las ovulaciones de los átomos.
Dios es sinfonía en movimiento.
Sus ojos son fuegos divinos de prolongables luces,
Impenetrables y silenciosos.
Dime constructor de los volcanes porque la grandeza del Misti,
Que en su profundidad nublada caben todas las rocas de los Andes Peruano.
Creaste el océano pacifico  el rey de los océanos de la tierra.
Diseñaste el desierto inagotable de Sahara,
Donde las huellas de las civilizaciones se agigantan.
Creador de los ríos Nilo, Amazona y Mississippi, viajeros serpentinos
por donde navegan perpetuamente las aguas de los cielos.
Allí los imperios han dejados sus prolongadas muertes.






Creaste la sublime altitud del Himalaya
donde el portentoso pico Éverest, Sueña erguido.
Hiciste Señor el mar Caspio.
Colosal estructura hidrográfica
donde todos los lagos del mundo caben juntos.
Creaste en Venezuela el Salto Ángel cuya altura parece buscar la luna.
Oh, ingeniero unísono!
 Explícame  porque tan estrecho el estrecho de Dardanelos,
que al unir el mar de Mármara con el Egeo un obelisco horizontal parece.
Donde sacaste las actividades del volcán Kilauea,
Cuyo torrentes de lavas iluminan las noches de Hawái.
Dios de la luna y de la tierra, padre del  cosmos en movimiento.
En que asteroides te inspiraste para modelar el archipiélago de las Antillas.
Verdes  rocas ancladas en  el mar Caribe,
Pasteles de tiburones y huracanes,
Pobladas de seres vermiformes y crustáceos trilobulados. ,
Moluscos gasterópodos y anfineuros  caverniformes. 

En  Canadá creaste el cráter Chubb Meteor
 donde cabe el ojo de una estrella.
En  Chile el desierto de Atacama  donde nunca crece el oasis.
En Arizona el desfiladero más largo de la tierra
donde caben todos los seres comprimidos.
Dios de las aldeas, que encendiste el fuego en las cavernas.
Dios de Israel,
Dios de Jesús,
Dios  de Mahoma,
Dios de los vedas.
Dios de Egipto,
de Roma, de Grecia.
Saturno o Cronos,
Apolo o Febo,
Ecué o Changó.
Todos grandes y viejos, misteriosos y eternos son tu mismo.

La panacea de los arcontes, sembraron en los genes de los nordestales las odiseas, las guerras, el miedo, las religiones.
Las odiseas, las guerras, el miedo, las religiones,
han seguido al homo sapiens y al homo deis,
 como un juego de los dioses tutelares.


¡Yo creo en Dios!
En el que destronó todos los alatares de los dioses.
El que les quito la fragancia
y los misterios a los oráculos y las pitonisas.
Yo seguiré viajando contigo por esos chacras,
Que no tienen edad, ni cerebro, ni sexo.
Por los frescos espacios siderales,
Donde las almas simples y los demonios no andan.


TIRSO MEDRANO



martes, 18 de febrero de 2014

EVA DUARTE DE PERON

Los balcones de la Casa Rosada,
están mustios, cancerosos, vacíos,
perdieron su calor a humanidad,
su viva lucidez y poderío.
Su flor de cordillera y altiplanicie,
su espigada flor de arrabales presumidos.
Flor de tango y volcanes,
de refulgente alaridos,
flor que revitaliza los pantanos,
flor de acantilados fluviales,
flor de dunas preñadas,
de ojos esmerilados y hechiceros,
flor de Ceiba rojiza en racimos.
Cuando esa delgada diva de consuelo y esperanza,
alzo el vuelo desde el balcón rosado,
hacia la perenne eternidad.
Ya los balcones lucen sin luces florecidas,
ya Eva no está en la mansión;
Pero Eva Duarte, Eva pueblo,
Evita mesopotámica y patagónica,
Evita de  las Pampas y de las regiones Andina, está viva.
 Un aluvión de lágrimas desbordo las cuencas de los seres sin abrigos.
Aquella noche de julio, cuajada de murciélagos gelatinosos.
De prolongado alaridos de ciervos desgarrados,
que se alzaban como un mortero hidrográfico,
hacia el Aconcagua emperador de los cielos.
El alma que al Hombre, lo sembró en el corazón de los  argentinos.
el alma que arengaba a los obreros.
El alma de pétalos de libertad, Llullaillaco y Tupumangato de fuego.
El alma que hacia templar los peculados.
El alma que a los gracitas revivía con su fulgor de acero.
El alma que derribabas estrellas como palominos incestos.
Evita con alma de Estuarios, algas y ballenas.
Evita esta revivida en las uvas de las conquistas obreras.
Evita Duarte de Perón, ríos, volcanes y elevación.
Evita Duarte de Perón, glaciales, llanuras y escorpión.
Evita Duarte de Perón, lucha, tierra y canción.
Evita Duarte de Perón, trabajo, libertad y compasión.
Desde un arrabal quintenario, una voz sin calendario,
estropajosa de sudor, salitre y aguardiente,
con la piel cancerosa de petróleo y estaño,
reza una canción hiperbólica, de esclavizados,
con aire de protesta en Bandoleón.
Evita de viva voz, de viva voz hiperactiva.
Evita de viva voz, de viva voz de relámpago.
Evita de viva voz, de viva voz de rayo.
Un cirujano no pudo con tu voz.
Un cáncer no pudo con tu voz de arenga y flauta.
Eva obrera y campesina está viva.
Eva aldeana y pueblerina está viva.
Eva soñadora e impulsiva está viva.
Flanqueándose el derecho a ser feliz, como el océano.
Eva Perón mujer hormiga, marea y continente.
Eva Perón mujer raíces, consuelo de los descamisados.
En Buenos Aires, como en Mendoza,
En Río Negro, como en Tucumán eres la tierra debajo de la tierra,
de caracolas y sueños.
Eres dueña de los crepúsculos y vicuñas.
De los osos hormigueros, y los amaneceres cargados de linos.
Tu esta en cada amerindio empobrecido, en cada obrero de la CGT.
Está en la espiga de la generación de cementerio, soñando con el pan repartido.
En las raíces de Hipólito Irigoyen,
en las raíces de José de San Martín,
en las raíces de Faustino Sarmiento,
en las raíces de Domingo Perón,
en las raíces del pueblo argentino,
en las raíces de los pueblos de América.
Tú vigila los vericuetos de los puertos como un vigía solidario,
en las profundidades de las aguas pantanosas de los impuestos.
Ella asusta los cuentos de las mineras opulentas.
De los pulpos de ambiguas alas imperiales.
Las artimañas de los galones en las solapas.
Ella en defensa de los gauchos, sin abrigos.
Con sus masas de gritos broncos en la punta septentrional

Del cabo de San Antonio.
Evita vigila como radar a Argentina.
Una Argentina Plomiza,
una Argentina rojiza,
una Argentina helada,
una Argentina plateada
una Argentina humeante,
una Argentina pavorosa,
como un lobo de melena.
Argentina vivero de minas y cordilleras, cabos y bahías.
Trenes y chimeneas,
hoteles y playas,
bovinos y caprinos,
lanas y peces,
moluscos y gas natural,
carbón y mariscos,
y una flota visible en el archipiélago de las Malvinas,
que no es Argentina.
Hasta la tierra de fuego, con sus límites constitucionales;
Encerrada en sus cuatro regiones vitales,
ella en defensa de los grasitas,
ella Evita, con sus masas de estuarios,
con voces gigantes, te reclama Argentina.
Te vigila, con relámpagos peronistas, te vigila Argentina.
Como los ciervos de las Pampas, escondida en las raíces de las sociedades.
Debajo de los túneles, de los ferrocarriles y las fabricas.
El pueblo te sale en vertiginosa confluencia, desde los centros urbanos sin futuro.
Hacia las nubes, hacia la cima de los volcanes congelados.
Los lagos suspendidos en grises nubarrones proletarios.
Junto a Eva reclamando el paraíso.


TIRSO MEDRANO.


miércoles, 12 de febrero de 2014

OJOS HECHICEROS


Se derritieron mis ojos,
cuando tus ojos miraron.
Eran tan vivas sus llamas,
que a mis llamas ahogaron.

Todo el fuego de tu mirar,
todo el llanto.
Todas las aguas cristalinas,
todo el oro de sus perlas,
el lienzo blanco.

Las pestañas de amapolas,
los parpadeos de azabaches.
Y tú mirar caminante,
me quitaron los deseos,
de jugar en otros parpados.

Tus ojos son mis luceros,
los míos ya no los quiero.
Yo veo por los ojos tuyos,
sin tu  saberlo.







TIRSO MEDRANO


OJOS HECHICEROS


Se derritieron mis ojos,
cuando tus ojos miraron.
Eran tan vivas sus llamas,
que a mis llamas ahogaron.

Todo el fuego de tu mirar,
todo el llanto.
Todas las aguas cristalinas,
todo el oro de sus perlas,
el lienzo blanco.

Las pestañas de amapolas,
los parpadeos de azabaches.
Y tú mirar caminante,
me quitaron los deseos,
de jugar en otros parpados.

Tus ojos son mis luceros,
los míos ya no los quiero.
Yo veo por los ojos tuyos,
sin tu  saberlo.







TIRSO MEDRANO